lunes, 12 de marzo de 2018

Marzo

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Desperté tranquila, como (muy) pocos días. Abrí los ojos y me quedé mirando el buró. Traté de hacer coincidir la sensación que tenía antes de abrir los ojos con el escenario de la recámara.

No tiene qué ver con que sea domingo. Siento extraño el cuerpo, relajado; tal vez. Tengo algo en el rostro: una sonrisa sin sentido.

Te soñé, nos soñé.

Tenías tu camisa bonita, aquella que usaste la última vez que nos vimos; tus lentes con la patita rota y reconstruida. Tu voz serena, tu sonrisa tímida. Agarrabas tu nuca cuando te acercaste a mí.

Estaba tomando vino tinto; un vestido blanco y mi cabello alborotado. Te vi cuando ibas hacia mí, corrí a saludarte.


Es como si apenas hubiéramos estado juntos hace poco. Besé tu mejilla y golpeé tu espalda. Besabas mi frente y me abrazaste.

Me invitaste a bailar...

Me recordó un reencuentro; el mejor, el más intenso; el último hasta hoy.

Siempre te recuerdo porque me das calma; siempre te he querido porque contigo soy la mejor versión de todas.

Te soñé, nos soñé; ¿me llamaste?

Quedamos abrazando nuestras espaldas, sonriendo. Sintiendo la serenidad de los latidos, trazando la ruta de las estrellas hacia la Luna.

Nos soñé, nos quisimos.

Mond*