sábado, 19 de mayo de 2012

De las sombras y otros manifiestos de mi extrañeza



En ese lugar, impreciso, inmenso, envolvente;
se inundaban las hojas del viento,
se estrechaban mis entrañas mientras las sombras llegaban,
se postraron ante la susceptibilidad de mis adentros,
de mi afuera... ¡de mi!. 

El cuerpo temblaba y sufría sin mi,
aunque la cordura era inquebrantable,
aunque la luna se escondiera tras las nubes,
esas silenciosas y mediadoras bolas de vapor
que amortiguaban cada estrago de dolor.

Las sombras se acercaban,
invadiendo el destello en las hojas,
la tierra ávida y temerosa se abstenía,
tomaron cada suspiro ahogado,
cada grito enmascarado. 

Aunque la piel temía,
el semblante difuminaba el miedo;
ese miedo de no poder soltarse 
de las grietas, las cadenas que le ataban. 

Como si el mar presenciara marea alta,
como si los tornados de sus ojos no escatimaran ante el flujo de agua,
como si cada sismo en la voz no bastase para que terminara...
como si el dolor fuera la finalidad de esconderse en mi
haciéndome perderme más entre lo oscuro que el resplandor venidero. 

Saciando la coraza que no estribaba en el ahora,
invalidando cualquier verdad ante todas y cada mentira;
disfrazando la impresión con efusiva explosión de esferas. 

El cuerpo temblaba, 
los ojos lloraban...
la luna se esconde.

Las sombras aún fugaces,
aún invisibles y reacias 
seguían irrumpiendo
entre las lunas y las sonrisas quebradas. 

No existen,
pero yo las recuerdo... aún. 

mond 

Arianna Luján 

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