Eran tan fríos los suspiros del cielo;
era tan estremecedora la cara de la noche.
Tan altos esos tacones y tan corto el vestido;
tan abrazadoras las notas y tantas sonrisas cruzadas.
Sus manos rodeando su cintura;
sus ojos recorriendo su sonrisa nerviosa.
Los pies al compás un par del otro;
los cuerpos atrayéndose sin temor a encontrarse.
Los susurros eran inevitables,
la agitación de estar mano a mano;
bailando entre desconocidos,
encontrándose en el universo sin haberse buscado.
Se hablaban con miradas,
se entendían entre sonrisas
y algunos roces entre manos;
entre vueltas en la pista;
con nostalgia del viento
que separaba sus labios.
Se suspendieron entre el entorno;
el tomó su cara, la miró frágilmente
y decidió decirle todo entre besos.
Ahora su ritmo era el de sus suspiros;
ahora bailaban conociendo el sabor de sus labios;
se miraban con las manos y se estremecían entre sus brazos.
Sabían que esa noche,
que esa extraña luna;
era para poder conocerse
entre el frío y noviembre.
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