miércoles, 13 de enero de 2016

CAFEÍNA SIN AZÚCAR II


Cuentos de estrellas co-existiendo con seres de presencia sublime, dicen que no los ven; yo los he amado.

Hay historias sin amor que destilan eternidad, hay finitas secuelas de amor por aquí, por allá; el infinito está vacío de nosotros, ¿en qué estancia de melancolía nos perdimos?

Recuerdo que tocábamos luciérnagas en los sembradíos de algodones grisáceos. Tu tormenta era el relámpago que agitaba la marea alta que soy; ¿el mundo no sabe apreciar los matices en blanco y negro?

Mi nostalgia representaba alguna sonrisa en tu guarida, mi enfermedad era un eslabón para tu oscuridad… éramos, a nuestra amorfa situación, enamorados sin tocarnos.

Las crisis de las estaciones plantaban arbustos en tu boca: no hablabas, no te escuchaba; ilusionaba que me amabas. Por mi parte, desbordaba ventarrones que gritaban a media noche cuánto te amaba, cuánto te anhelaba.

Insomnios que construían un paraíso boscoso, nublado; con algunos tenues rayos verdeceos que enmarcaban la arena y tus manos atrapando mis dedos fríos.  

La tormenta era un vaivén de emociones sin freno, sin muestras lógicas de la posibilidad más que en la retórica.

Fundimos la pasión entre líneas y suspiros, tú me tomabas; yo te retenía fuerte en el único lugar cálido que había.

La tormenta cesó, el cielo calmó su furiosa ansiedad… el mar quedó varado en un naufragio sin rumbo.

Café negro cada mañana, para encontrar en su aroma un suspiro que me dé aliento.


Mond* 

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