[Leyéndole
historias a las estrellas]
Delirios de cordura
Capítulo sin registro
No hay más agua en la
tetera, ¿en dónde dejé el
azúcar?, seguro la dejé cuando
asomaba la cabeza por la ventana de tu cariño –ese cariño intermitente, por
cierto-, por ahí a un lado de tu mirada fija.
Aún no logro recordar la letra de la canción que tarareo sin
pausa en mi cabeza llena de caos; ese caos inmenso, tan lejos de mí y tan cerca
de ti; tan distante de ser lejano y tan hermoso que parece un caos perfecto,
¿ya me encontraste en tu sonrisa?;
a veces me cuestiono respuestas que quiero leerte en los ojos, sí… esos ojos
tan impacientes de lo extraordinario, como los gatos egipcios haciendo
malabares de humanos, o un corazón seco florecer; acaso sólo son intervalos de
delirio dentro de mi estado permanente de aislamiento, o , no sé; la magia me
hace leer diferente los jeroglíficos de tu encanto o, ¿desencanto?. Me contaba la mesa que le hace falta
esa satírica forma de decirte te quiero, poniéndote un beso en tu frente fruncida
de miedo -sí, miedo de que te
dijera “te quiero”- creo.
Deberíamos escuchar menos
silencio y más explosiones cósmicas de sentimientos, ¿no crees?; aunque sea
leyéndonos a Bukowski o a Poe, o inventando historias de terror mientras
andamos viviendo una de amor… ¿o el amor es terror; o al revés?
Extraño los interlineados de
acción verbal, en los que tú eres mi sujeto y la vida el predicado; yo te verso
y tú me besas; tú entiendes, ¿verdad? Ya no te conté de la luna porque la
adoptaste a tu ventana, sé que te acuerdas de vez en cuando en el pánico que te
da perderme , y a veces recuerdas –quizá-, el pánico que tienes de tenerme. Me
quieres muy a la Sabines, muy a la… “no sé”, así ; me quieres sin saber cuánto
ni saber cómo, deberías dejar estallar tu cosmos con mi galaxia… somos un caos
complementario, con tu sonrisa muda y mi risa explosiva; tus suspiros de
madrugada y mis ganas de impregnar mis segundos de cordura en tu cachito de
sueño que tienes guardado para mí.
¿Dormimos?, ya no aguanto las ganas
de abrazarme y dejar de extraviarme en tu nombre que no puedo pronunciar sin
sentir espasmos ventriculares; ¿tienes hambre?, vamos.
Annaira Mond
¿Quién diría, que ese día al saludarte, te encontraría? Una sensibilidad especial, por lo que leo. Me gustó mucho (mucho) y más aún tener la oportunidad de conocerte.
ResponderEliminarEl placer es mutuo, es encantador tener pastelitos de chocolate tan buenos como vos :D ¡abrazos!
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