martes, 23 de julio de 2013

Cartas sin café I

No sé decir adiós

(Tango II) 

Como si las hojas le pidieran perdon al tronco
por caerse entre la tierra y el pavimento.
¿Acaso también sienten esa caída libre
a “no sé dónde” carajos?
No creo que el mar se preocupe por despedir
cada ola que se pierde en la arena ,
que los frutos se llenen de nostalgia al partir a un frutero;
que las piedras dejen la minería para estar galantes
en un mostrador esperando su nueva partida.
Como si los suspiros previeran su expulsión,
o las lágrimas dejaran cartas diciendo “me voy”.

Siempre había esperado una despedida,
me la he merecido; es más difícil decir “adiós”
que huír, esconderse en cobardía
y echarse a la barranca del olvido.

Como el pasto que se pisa día a día,
reverdece, se marchita, se quema...
y ni cuanta se dan nuestros pies.

Tal vez sólo merece una despedida
lo que logró hacer algo impregnarse,
no sólo dejando huella.

Me voy... regreso a mí,
vuelvo al cofre lleno de magia
que no había sido infectado por malicia. 
Quiero mantener viva la piel,
el volcán vuelto erupción;
mi corazón tan lleno de colores. 

- Esperamos un querer, cuentan por ahí - 

¡¿Cómo se dice “adiós”?! ,
aún no encuentro la manera.
Lo insensato en mi cabeza es
estar pensando en cómo despedirme
de un lugar en el que ni siquiera hubo bienvenida,
o - ni siquiera - se ha notado mi estadía. 

Annaira Mond* 


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