No sé decir adiós
(Tango II)
Como si las hojas le pidieran perdon al
tronco
por caerse entre la tierra y el
pavimento.
¿Acaso también sienten esa caída
libre
a “no sé dónde” carajos?
No creo que el mar se preocupe por
despedir
cada ola que se pierde en la arena ,
que los frutos se llenen de nostalgia
al partir a un frutero;
que las piedras dejen la minería para
estar galantes
en un mostrador esperando su nueva
partida.
Como si los suspiros previeran su
expulsión,
o las lágrimas dejaran cartas diciendo
“me voy”.
Siempre había esperado una despedida,
me la he merecido; es más difícil
decir “adiós”
que huír, esconderse en cobardía
y echarse a la barranca del olvido.
Como el pasto que se pisa día a día,
reverdece, se marchita, se quema...
y ni cuanta se dan nuestros pies.
Tal vez sólo merece una despedida
lo que logró hacer algo impregnarse,
no sólo dejando huella.
Me voy... regreso a mí,
vuelvo al cofre lleno de magia
que no había sido infectado por
malicia.
Quiero mantener viva la piel,
el volcán vuelto erupción;
mi corazón tan lleno de colores.
- Esperamos un querer, cuentan por ahí -
¡¿Cómo se dice “adiós”?! ,
aún no encuentro la manera.
Lo insensato en mi cabeza es
estar pensando en cómo despedirme
de un lugar en el que ni siquiera hubo
bienvenida,
o - ni siquiera - se ha notado mi estadía.
Annaira Mond*
No hay comentarios:
Publicar un comentario