domingo, 7 de julio de 2013

Sorbos de café

Ya está lista la cafetera,
preparo el café como te gusta:
caliente, sin azúcar y negro como este día.
Levanté los pedazos de la sonrisa de hace unos días,
no encontré todos los trozos de dulzura, ¿te los llevaste?
La casa entera huele a café,
huele a mí, dejando la puerta abierta para que entres.
¿Ya llegarás... o ya te fuiste?
No sé cómo pudiste haberte escapado del sueño,
tan sólo bastó que se callara el alma,
bastó que vinieran las nubes grises...
tal vez miraste otra ventana con nubes distintas.

Tu voz... ni siquiera puede resonarme en el cabello,
tengo tu aliento suave y maduro; extenso de ti,
lo llevo en los hombros y el cuello.

Llevo mis manos a acariciar mis muslos,
tal vez te gustaría estar aquí ahora.
Deja que encienda la nicotina esta vez,
que se mezcle con el olor apasionante de nuestro café.
Grítame, estréchame en tu parte más vulnerable;
da la vuelta en la esquina de los aparadores que engañan,
¿lo notas? ... tal vez es que piensas en mí, como yo en ti.

¿Otra taza de café ... como siempre?
Las luces se tornan cálidas,
la piel está fría; siguen escurriendo gotas de noche por mi cuerpo.
Me encantaría besarte, tenerte entre la pared y la noche;
ven, que necesito rehacer esa sonrisa tan tuya.
Toma con tus manos mi rostro, mírame...
lee en mis ojos marrones lo que te quiero;
que no sea temprano para decir que no lo hago.

Sórbeme; delicada y exquisitamente
como haces tuyo el café en tus labios,
agárrame, como tomas la taza:
delicada y egoístamente sólo para ti.

Se escondió el sol para no pensarte,
iré por la cafetera...  otro café reparador.
Sorbo de la taza como si tuviera tu piel aquí.


Annaira Mond*

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